Todavía no eran las 6 de la mañana cuando ya teníamos las cámaras montadas en Cap Woolamai. Las olas batían fuertes y el viento, del sur, traía pegado el hielo de la Antártida. Y en medio de ese amanecer paradisiaco, cuando tiritábamos cubiertos de ropa hasta las cejas, ha aparecido un grupo de adolescentes australianos trotando felices en pantalón corto y camiseta.
Nuestro casero (lo contaba anoche con absoluta despreocupación) se mete en un neopreno antes de que salga el sol y surfea un par de horas para irse a currar con alegría. A esa hora las olas en Cap Woolamai deben estar a la temperatura de una granizada de limón.
Esta gente tiene el termostato averiado o bien descienden de los pingüinos...
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