"PLANETA AUSTRALIA: LOS ARCHIVOS DE LA TIERRA" (EL DOCUMENTAL: CAPITULO 1)

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lunes, 7 de diciembre de 2009

MIRADORES




En la primera parte de la expedición explicaba Juanma, muy bien y con mucho gracejo, la perplejidad con que los primeros colonos ingleses se debieron de enfrentar a las peculiaridades de la biota Australiana. Y, efectivamente, debió de ser para ellos algo sorprendente: Eucaliptus inmensos; saltarines canguros; pinchosos equidnas; loros de colores y tamaños inimaginables; serpientes venenosas; pingüinos….No obstante debieron reponerse pronto y aplicaron toda la laboriosidad inglesa en transformar esta tierra hasta hacerla familiar. Ardua labor dada la inmensidad de esta isla continente. Sin embargo, en algunos lugares debieron conseguirlo sobradamente. Phillip Island es, sin duda, uno de ellos. Las granjas, prados y setos están ordenados de un modo tan inglés que necesita uno ver al saltarín wallabi; oir los gritos del kookaburra o ver a la cacatúa negra de cola amarilla rompiendo literalmente una mimosa para extraer las larvas de…para darse cuenta de que no está uno paseando por un idílico camino del, por decir alguno, condado de York. Y hay que reconocer que las especies europeas introducidas ayudan: pinos, cipreses, olmos, estorninos, gorriones…colaboran a la confusión del paisaje visual y sonoro de estas tierras con el de la campiña inglesa. Pero sólo es eso; superficial apariencia. Australia es Australia y Phillip Island es Phillip Island. La personalidad e este lugar- todavía no conozco nada más de Australia- es fuerte y atractiva y se hace pronto con el visitante. Quizás por eso, cuando hoy abandonábamos la isla, unos camino de Tasmania y otros de la Victoria interior, sentí un pellizco en el estómago como cuando uno se aleja de algo íntimo y querido.
Los días han pasado volando. Jornadas de trabajo maratoniano; discusiones y suerte, mucha suerte una vez más. Ahora sabemos o creemos entender mucho mejor lo que vinimos a estudiar: los aportes de nutrientes del ecosistema marino al terrestre y sus consecuencias en estos últimos sistemas. No se si nuestra idea de hoy será o no falsa, lo que si se es que hemos recogido los datos suficientes para comprobarlo. Se avecinan largos días de análisis de isótopos en el laboratorio de Antonio Delgado y mucho tratamiento de datos antes de saber realmente hasta que punto nuestras hipótesis son o no acertadas. Pero, entre muestreo y muestreo, era difícil no mirar y disfrutar de esta peculiar naturaleza. Así que también hemos dedicado, de noche y de día, horas a observar la flora y la fauna de nuestro entorno currante.
Como uno es bichólogo de vocación me quedo con los animalitos. Los saltos de los wallabi: aunque los vea uno mil veces no acaba de entender como pueden resultar tan gráciles y ser tan rápidos animales saltando a dos patas y que siempre parecen que se van a dar de morros en el suelo entre salto y salto; los mansos y confiados oposum ( chico y grande ) que puede ver uno en cualquier mancha de vegetación autóctona o en el jardín de la casa, sólo hace falta una linterna y un poco de tiempo para observarlos en sus correrías nocturnas por el ramaje; el kookaburra, un martín pescador que chilla como el mismísimo diablo pero algo más fuerte y que, para acabar de sorprender, sólo caza en tierra donde captura, lanzándose en picado desde cualquier rama, insectos y pequeños vertebrados distraídos, como el pobre pajarillo que ayer vimos capturara a un amoroso padre que se lo llevo al pollo que lo tragó entero sin inmutarse. En fin, que decir cuando al anochecer, mientras acabamos el muestreo, empiezan a llegar miles y miles de pardelas…hasta completar, según los cálculos de nuestros colegas, el entorno al millón de parejas que forman esta colonia. Y el pingüino pequeño; cualquiera que haya visto un pingüino habrá tenido la sensación de estar ante un pájaro absurdo, gracioso y encantador; pues bien, esto, en esta especie, se acentúa; es como una miniatura de pingüino de poco mas de medio kilo, pero que mantiene en tierra toda la patosidad simpática de sus especies mayores y su bella sorprendente agilidad en el agua. Me dejo casi todo en el tintero, pero espero que ahora entiendan algo más mi pellizco estomacal, aunque no les haya contado nada de la buena carne, el mejor vino y la agradable compañía autóctona e invasora-si exceptuamos, en este caso, los ronquidos de algunos-.

Fernando Hiraldo

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